Desde
hace días se oía el runrún. Ahora se ha confirmado. Los grupos de presión
hosteleros, quieren aumentar el espacio de las terrazas, ampliar su horario y
flexibilizar las ordenanzas.
Lo
justifican en que las medidas para evitar el contagio del coronavirus van a
conllevar una reducción del aforo de sus locales y una difícil situación para
sus negocios. Ante el cúmulo de incertidumbres tras el confinamiento, es
posible que así sea para la hostelería. Como probablemente ocurrirá también con
cualquier otro sector: industrial (PYMES y grandes empresas), servicios,
comercio, cultura, deportes, financiero, administración, sanitario,
medioambiental, agrario, cuidados (residencias, domicilios…), etc.
Todos
vamos a quedar tocados y todos vamos a tener que adaptarnos a las medidas
sanitarias que nos impongan. Como de hecho ya están los miles y miles que han
quedado en la calle por ERTEs o han sido simplemente despedidos. Como de hecho ya
hay un “ejército de invisibles”, que no tienen quien les represente, porque esas
mujeres se dedicaban a la limpieza o porque han dejado de cuidar a miles de
personas mayores en sus domicilios, sin contratos que les amparen. Son miles las
personas que no tienen ya ingresos ni para comer, como estamos comprobando en
todos los barrios de la ciudad. Sí, habrá que repensarse, aprender,
reinventarse, pero no a costa de hacerse dueños de más espacio público en
nuestros barrios. Esta pandemia nos ha interpelado a todos. También a la
patronal de la hostelería que lleva diez años sin querer firmar un convenio que
mejore las condiciones laborales de sus trabajadores.
Seguimos
confinados en nuestras casas, soñando, sobre todo, con el día en que podamos
bajar a la calle, a pasear, a ver el mar, ir al muelle, o a Urgull… para
encontrarnos con nuestros amigos y vecinos, para preguntarles qué tal están,
para contarnos anécdotas, para poder pasarnos un brazo por la espalda (¿cuándo
lo podremos hacer?). Y, sí, algunos también soñamos con el día que podamos
tomarnos un pote y un pintxo, o comer en un restaurante, al igual que ir a la
peluquería, a una charla, a una concentración, a comprar un libro o ropa, a un
concierto, a un partido, al cine, etc. Pero, no soñamos, precisamente, con ver
que el espacio de las terrazas aumente, que las pocas plazas públicas que nos
quedan se reduzcan aún más, que las estrechas calles de la Parte Vieja empequeñezcan
aún más y que, en definitiva, nuestras calles se conviertan en bares al aire
libre.
El
espacio público, el espacio de todos, es un derecho colectivo y no solo es
necesario para trasladarse de un sitio a otro. También es necesario para
interrelacionarse, para establecer lazos entre personas, para crear
sentimientos de pertenencia a la comunidad, al barrio. Y la ocupación masiva
actual del espacio público por parte de la hostelería lo dificulta. La Parte
Vieja tiene la consideración de zona saturada de establecimientos hosteleros
desde hace 20 años, pero ello no fue impedimento para que el Ayuntamiento
autorizara que la actividad hostelera creciera en la calle con las terrazas. ¡Y
todavía quieren más!
El
coronavirus ha dejado en evidencia las debilidades de nuestro modelo de
sociedad. Estamos consumiendo solo lo necesario y se ha producido una crisis
sin precedentes. Desde la reclusión en nuestras casas nos estamos preguntando
por nuestro sistema de valores, ponemos en duda muchas cosas de nuestro modelo
económico, productivo y social. Lo hemos leído en artículos y en WhatsApp. ¿Vamos
a repetir los mismos errores? Pues es lo que los grupos de presión hosteleros
pretenden, la huida adelante por la misma senda. Nos hablaban de su fortaleza,
de la importancia del sector por su peso en el PIB, de la riqueza que crean. Pero
no de la precariedad, los horarios y los salarios del sector. La pandemia ha
dejado en evidencia, igualmente, sus debilidades. La hostelería que ha
trabajado con el cliente del barrio, con los de casa, sufrirá, pero es probable
que salga antes adelante porque tiene una clientela fiel. Quienes se subieron a
la burbuja de “Pintxolandia”, bajando calidades, repartiendo platos, encareciendo
precios, deslumbrados por el dinero del turista, lo tendrán más difícil por el
momento. Dar más metros cuadrados no es la solución. No podemos salir de esta
crisis para volver a la misma situación anterior al estado de alarma e,
insistimos, repetir los mismos errores.
Por
último, la Asociación de Vecinos recuerda que la distancia sanitaria que se
vaya a establecer dentro de los establecimientos hosteleros debe respetarse también
fuera, en la calle. Para entrar y salir de nuestros portales los vecinos
necesitaremos 1’5 metros libres, que las terrazas deberán respetar (y no los 60
cm que la ordenanza permite). Y para transitar por las calles necesitaremos que
haya un espacio libre mínimo de 3 metros para, en fila india, poder cruzarse de
una manera segura con quien venga en la otra dirección. Ni qué decir del
espacio necesario para, respetando la distancia de seguridad, poder quedarnos a
saludar y charlar con los amigos y conocidos.
Es responsabilidad del Ayuntamiento garantizar la salud de la
ciudadanía y su primera obligación es readecuar el tamaño de las terrazas con
ese fin, pero no para ampliar los metros de ocupación, sino para reducirlos.
¡Ni un
metro más de espacio público para la hostelería!
¡Por una nueva regulación de las terrazas en Donostia para preservar el espacio público como un derecho colectivo!
¡Por una nueva regulación de las terrazas en Donostia para preservar el espacio público como un derecho colectivo!
estoy totalmente de acuerdo, y no vivo en la parte vieja, antes de la pandemia ya estaba toda masificada y habia dias en que no se podia ni entrar en lo viejo, si amplian mas todavia, sera imposible la vida para los vecinos.
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