241 alojamientos
turísticos y 210 establecimientos hosteleros en un barrio de 6.000 habitantes.
El número de turistas en agosto de 2015 ha batido el
record de meses precedentes. Los datos de turismo de este año superan con
creces los del año pasado que, a su vez, fueron record absolutos. Machaconamente se ponen en circulación estos
mensajes en televisión, prensa y radio presentando el incremento continuo e
infinito como una buena noticia, como algo deseado y positivo.
En el 2013 fueron 991.000 los turistas que pasaron por
Donostia. Para el 2020 la directora de turismo del GV prevé la llegada de 4
millones y el director de Fomento de San Sebastián afirma que con motivo de
Donostia 2016 esperan la llegada de ¡¡9 millones de turistas!! [1]
¿Alguien ha calculado sin sobrecogerse que, en un hipotético reparto
proporcional, habría 24.600 turistas diariamente por las calles de la Parte
Vieja? Verdaderamente ¿alguien cree que
ello sería posible, positivo y deseable?
Este modelo, “depredador” lo llaman ahora, que apuesta
por un crecimiento ilimitado del turismo, es insostenible para la ciudad y la
Parte Vieja y nos preguntamos, ¿no se está llegando tarde a concretar cuál es
el umbral máximo de turismo que puede sostener la ciudad?
Deslumbrados por la cifras publicadas, atraídos por un
beneficio individual, rápido y sin control, el número de viviendas que se están
ofreciendo para alojar a turistas se dispara en la Parte Vieja. En un barrio
que es de uso residencial (no lo olvidemos), en el espacio reducido comprendido
entre el Boulevard, el río, el Puerto y el mar (donde vivimos 6.000 personas)
hay al menos 188 apartamentos turísticos
que añadidos a las 53 pensiones significan 241 viviendas que dejan de tener
un uso residencial para pasar a tener un uso comercial[2].
Este modelo que denigra lo público y ensalza el interés
privado, que saca tajada de la invasión turística gracias a la –nunca casual- falta
de control institucional y a la coincidencia de intereses de los gestores
políticos y los lobbies que lo promueven, expulsa al vecindario de calles como
31 de agosto (22 apartamentos turísticos), Fermín Calbeton (14), Paseo de
Salamanca (13), San Juan (13), Etxague (11)…
Y su oferta sigue aumentando mes a mes[3]
¿Cómo no pensar en el ejemplo de
Venecia, ciudad “matada” de éxito por el turismo?
La administración debiera ir por delante de los
acontecimientos y no reaccionar cuando estalla el problema. Sabe lo que ocurre, conoce los problemas y
molestias que ocasionan en las comunidades donde se instalan y los efectos
perniciosos sobre el barrio, pero no actúa. La falta de control (comprobar si
se ajusta a las ordenanzas municipales, si los ingresos se declaran,…) es
manifiesta, el problema se hace más y más grande y los intereses privados,
actuando sin restricciones, que solo benefician a unos pocos, destruyen el
barrio a una velocidad cada vez mayor.
La normativa actual de pensiones impediría que se pudieran
instalar encima de los primeros pisos. Pero la norma llegó cuando ya había
pensiones por todos los pisos. Ahora, sin una norma que regule los apartamentos
turísticos, éstos los encontramos ya en cualquier piso. Arantza Tapia (consejera del GV) afirma que
para el año que viene habrá una ley que los regule y que busca asegurar que están preparados para
"ofrecer un buen servicio y pagar impuestos". Por su parte, las
asociaciones de hoteleros afirman que estos establecimientos “provocan un
agravio” respecto a los hoteles que se ven obligados a cumplir requisitos “que
son objeto de inspección y de sanción” por lo que piden que haya una regulación
de esos establecimientos en niveles equiparables a los nuestros”.
Para elaborar esa futura ley, el GV se ha juntado durante
casi 1 año y ha consensuado el texto con 26 agentes del sector hotelero, pero
¿quién ha pensado en el vecindario, no importamos? Estamos de acuerdo en que
hay que acabar con la competencia desleal y que deben pagar impuestos como
cualquier otra actividad económica, pero la futura ley no puede limitarse a
eso. Deben establecerse unos límites por
portales, por calles, por barrios; debe regularse la figura de espacio saturado
que impida la apertura de nuevos establecimientos; debe hacerse frente a los
problemas de ruido y molestias que llevan asociados (limpieza, gestión eficaz
de las basuras, insonorización, inspectores para realizar controles, rapidez a
la hora de responder a las denuncias,…).
Pero en las entrevistas publicadas no hay referencia de
ello, ¿por qué? El dinero que mueve el turismo no puede justificar todo y dejar
a la ciudadanía indefensa. La Administración debe disponer de los instrumentos
necesarios para corregir los desequilibrios, y, además, debe utilizarlos
haciéndolos cumplir.
La Parte Vieja
está pagando muy caro el éxito. La ocupación hostelera, la ocupación por
expositores de negocios privados en calles y plazas, la afluencia masiva de turistas se convierte
en obstáculos que entorpecen la marcha y afectan negativamente al contacto
entre vecinas y vecinos. El ruido
nocturno generado impide descansar[4].
Los apartamentos turísticos y las pensiones encarecen el precio de la vivienda y
expulsan al vecindario. Los lazos sociales se empobrecen y degradan en un
espacio que cada vez no es más ajeno. El barrio agoniza, mientras,
Pintxolandia se fortalece.
[1] O ha habido
un error tipográfico o se trata de un error del entrevistado pero esa cifra no
puede ser real (Barcelona en el 2013 recibió a 7’5 millones de turistas). Y sin
embargo, ni hemos encontrado una rectificación ni hemos leído comentarios de
sorpresa ante esa cifra disparatada. leer
el artículo
[2] Añadamos el futuro hotel
de la Plaza Lasala
[3] La proliferación sin
control no se limita a la Parte Vieja. El Centro, Gros, el Antiguo muestran el
mismo camino
[4] ruido que
sobrepasa los niveles máximos autorizados tal y como lo prueban las mediciones
efectuadas.
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